Fuente: El Mundo
El artículo enlazado, no tiene desperdicio. Su autor, Massimo Recalcati, analiza con perspectiva y profundidad el peculiar momento en el que se encuentra la sociedad y como ello se refleja en la escuela. Tanto que, como docentes, nos sentimos solos/as e incluso perdidos/as (en muchas ocasiones), ante un nuevo perfil de alumnado que también es víctima de una serie de cambios que plantean nuevos retos educativos.
En este sentido, destaca que las familias se han convertido en sindicalistas de sus propios/as hijos/as. Así, lejos de trabajar de forma conjunta con los/as docentes por la educación de los/as niños/as, son aliados de estos contra los/as profesores/as. Por tanto, reivindicar la libertad de los hijos/as (en temas como la huelga de los deberes o la desconfianza hacia su maestro/a, entre otros) significa negar la función educativa de la escuela. Ante este panorama, subrayamos la gravedad que supone, en palabras del autor, esta metamorfosis antropológica en la que ya no es el/la hijo/a el que tiene que hacer cuentas con la realidad, sino que es la realidad la que tiene que plasmarse según su capricho.
Por otro lado, también compartimos su apuesta por invertir de forma real y suficiente en educación. A este respecto, destaca que un país que no piensa a largo plazo, no invierte en la escuela (ni en sus profesores/es) y, por tanto, no tiene perspectiva de futuro.
Además, nos parece fundamental su referencia a la importancia de la cultura y de las Humanidades. En una sociedad en la que la palabra circula vacía de significado, la cultura le devuelve su dignidad, custodia su secreto y su fuerza y, además, otorga sentido a la vida de las personas.
Por tanto y, de acuerdo con el autor, es fundamental que seamos conscientes de que el mito de la producción y del rendimiento proyecta su sombra sobre nuestra escuela. Sin embargo, esta es la que debe ofrecer un espacio en el que el tiempo improductivo sea fecundo.
¿No es el colegio el lugar donde se puede dedicar todo un día a estudiar y leer juntos poesía y donde el tiempo debe tener la oportunidad de emanciparse de la pesadilla de la productividad?