FUENTE: martematicas.com, Ángel Pantaleón Rodríguez Rivero, Profesor de Matemáticas.
LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS ESTÁN CRECIENDO EN UN MUNDO DONDE
LOS NÚMEROS ESTÁN DESAPARECIENDO
Y DONDE ESTÁN
DEJANDO DE JUGAR
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Algo terrible está sucediendo.
Los niños y las niñas están dejando de jugar en compañía de otros niños y niñas. Además en el mundo de la infancia los números están en peligro crítico de extinción. Consecuencia de esto, las palabras, el lenguaje, la comunicación desaparecen. Ambas cosas, la evidencia lo revela, lastran el sano y correcto desarrollo cognitivo de las personas.
Hay un sector de la escuela decidida a contener del avance de esta anomalía. Hay heroísmo en su inexorable determinación. Comprende su necesidad perentoria.
A pesar de sus desvelos, su esfuerzo no es suficiente. La tarea resulta ingente y la enfrenta sola, aislada, al margen de cualquier complicidad, de cualquier reconocimiento y ayuda.
El resto de la sociedad parece ausente, evadida de su inquebrantable deber en la impostergable tarea de educar.
Se perfila una deriva en nuestra civilización que se trasluce en la creciente indiferencia por el otro. Nuestra capacidad para cooperar, santo grial del éxito evolutivo humano, se difumina.
Los aprendizajes son indisociables de las vivencias. La educación, argüimos, aparece escrito en las leyes educativas, debe ser la herramienta que mitigue las desigualdades, que genere ciudadanos y ciudadanas capaces de ejercer el pensamiento crítico. En cambio, seguimos enviando a los niños y niñas a escuelas refractarias frente a la urgencia de abandonar una dinámica basada en transmisión de contenidos y en exámenes. La vivencia mayoritaria de la escuela sigue siendo la de un aparato altamente burocratizado. Esta distopía kafkiana castra comportamientos activos, constructivos frente a la realidad.
Las civilizaciones surgen cuando triunfa la lógica de la desigualdad. Los logros de las civilizaciones no se disocian de la infamia, de la deshumanización, la infelicidad.
Civilizar a la infame civilización se perpetúa como legítima aspiración, como quimérica conquista. Los egos, gérmenes del elitismo, degeneran en el cáncer de la cultura, esquiva faceta de la infamia pareja a las civilizaciones.
Las matemáticas son cultura, son arte, son pensamiento, son comunicación. Son humanas. Son condición necesaria, no suficiente, que nos hace humanos.
En un mundo donde no produce rubor detestarlas, las matemáticas necesitan presencia. Sola, la escuela no puede. El reto la desborda.
Alzo mi voz, pero siento que la alzo desde muy abajo, desde lejos, aneja a la periferia de un mundo indiferente, hueco, que sin embargo no produce eco, que no amplifica esta voz.
Busco ser oído, quiero entablar diálogos, propongo acciones, esta página es una muestra.
Declamo un mensaje, los niños y niñas que no juegan juntos no aprenden.
Facilitar el acceso de los niños y niñas al juego para inducir la construcción del número, la medida y las estructuras a ellos asociadas, mejorar las habilidades sociales y comunicativas, reforzar la autoestima y el sentimiento de pertenencia.
Restañar la profunda herida que el sentimiento de soledad ha producido en nuestra sociedad y que amenaza con atomizarla, destruirla.
La página web que he urdido, que sigo urdiendo, quiere ser un punto de partida, un detonante, una muestra de acción, un ejemplo que sirva para hacerme entender.
Debemos facilitar que los niños y niñas vuelvan a jugar. Con su familia. Con otros niños y niñas. Insisto, esta tarea es un imperativo que obliga al conjunto de la sociedad.
Se requiere la colaboración de ayuntamientos, museos, entidades deportivas, empresas…
¿Pueden los deportistas de élite lucir en sus equipajes diseños que incorporen juegos, acertijos, retos a la inteligencia de los niños? ¿Pueden los ayuntamientos, los centros comerciales, habilitar espacios para juego, facilitar, animar su uso? ¿Pueden los museos ayudar a divulgar este mensaje? ¿Pueden también las empresas? ¿Puede nuestra sociedad volver a popularizar los juegos de mesa, los juegos grupales al aire libre?
Esta página nace con ímpetu activista, con vocación de trabajo, con optimismo. Con la firme convicción de que otro mundo es posible. Este mensaje no puede permanecer perdido en el laberinto de la red. Esta web debe crecer para popularizar este mensaje, es necesaria tu ayuda, tu compromiso, tu cooperación.
Ángel Pantaleón Rodríguez Rivero, Profesor de Matemáticas